VIDA EN PAREJA-LIBERTAD-PSICOLOGÍA

La vida en pareja no tiene por qué excluir los intereses propios y la diversión al margen de la misma. Al contrario, en cualquier relación, sobre todo si se trata de una convivencia, es importante que cada uno de sus integrantes mantenga parcelas de libertad personal, momentos para sus aficiones o para dedicar a sus amigos.
La libertad en el interior de la pareja, sin que afecte a la vida en común, vitaliza la relación, porque permite a cada miembro realizarse personalmente. Y esto enriquece después la unión. De hecho, cada uno de los dos compañeros hace participe al otro de sus hallazgos. Y en casa aumentan los temas de conversación, los intereses comunes. Lo que hay que hacer es intentar compaginar, evitar que las actividades personales nos absorban demasiado y se invierta cada vez menos tiempo al otro. Para mantener viva la relación es fundamental que, día a día, exista siempre algo que decirse, reír y buscar oportunidades para divertirse juntos.

Muchas parejas no resisten demasiado tiempo bajo el mismo techo. E,  incluso habiendo pasado numerosos años de noviazgo, descubren que no están hechos el uno para el otro tras pocos meses de convivencia, acusándose recíprocamente de haber cambiado.

Esto sucede bastante a menudo. Es muy normal que, tras haberse ido a vivir juntos, estalle entre los jóvenes lo que se define como matrimonio psicológico. Es un mecanismo sutil por el cual cada uno de los miembros de la pareja, ahora conviviendo juntos, asume el rol y las actitudes de las personas que han tenido cerca y que han convertido en modelos. La joven calca la imagen de su madre o de la mujer más significativa en su vida; el chico, la de su padre o la del hombre más importante de la suya.
El riesgo que corre la pareja es muy grande, porque ambos jóvenes, en el momento en el que intentan reproducir un modelo, cambian radicalmente, poniendo en peligro el equilibrio que hay entre ambos. Los compañeros se encuentran inconscientemente abocados a cumplir con innumerables deberes que no pertenece a su relación y que le empujan a endurecerse frente al otro. en estos casos, de hecho, en vez de mostrarse dispuesto al diálogo e intentar colaborar, cada uno tiende a asumir posiciones intransigentes que, aunque no favorecen la confrontación, empeoran la relación. Hasta que el distanciamiento es tan grande que ambos jóvenes llegan a olvidar los motivos que les llevaron a escoger vivir juntos.

Salir de la situación descrita no es fácil. A menudo puede llevar incluso a la separación. Para reconciliar de nuevo a la pareja resulta útil la intervención de un mediador externo, un psicólogo o terapeuta que sea capaz de evidenciar ante los afectados su juego de roles y ayudarles a reapropiarse de sus propias personalidades y de sus exigencias reales.

A ser felices. Saludos

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